jueves, 8 de enero de 2015

Dinámicas grupales

El único problema es que mientras la hacía, mataron a Puig Antich, el anarquista y a Carrero.
A nuestro capitán le mandaron que equipara y entrenara dos secciones en plan "contraguerrilla urbana". Nuestro capitán era socialista y nos hicimos un tanto amigos. Como buen militar no pidió voluntarios, eso solo pasa en las películas. Yo era su radio, el primer día que entré le pedí de no pegar ni un tiro, le dije que era pacifista, eso en aquellos tiempos era mucho pedir. Se ve que le caí bien, me hizo su radio y me enseñó a disparar todas las armas del Aquí de tierra y a hacer estallar todos los explosivos conocidos.

Nos fuimos de maniobras, y más maniobras, y más maniobras... y maniobras con fuego real.
Nos enseñó a tirarnos con rapel, a tirarnos de un camión en marcha, a escalar fachadas, a...
La hostia! Y que yo pensaba que por estar en Dinamicas de grupo, dormiría cada noche en casa.
Y un huevo!

Me escapaba cada noche hasta que me cogieron y pasé las navidades en el calabozo.
Recuerdo una noche bestial, mis amigos disparaban los morteros a discreción y yo estaba con el que dirigía el tiro. Nunca vi nada igual, parecía Apocalypse Now pero a lo grande. Docenas y docenas de bolas de fuego pasaban por encima de mi cabeza (luego me llevé una reprimenda) y estallaban en una franja de tierra de tres kilómetros de largo con surtidores de fuego alucinantes. Lástima de no tener un poco de LSD para rematar el tinglado.

En Cachemira, los hindúes disparaban unas ráfagas y los paquistaníes respondían con dos morterazos mal tirados, a eso le llamaban "intercambio de disparos", solo que siempre disparaban a poblaciones, la escuela, una casa, la calle con algún niño paseando; nunca se disparaban entre ellos... eso era más peligroso.

Más tarde, con el tiempo, hubo el famoso juicio y ejecutaron a Puig Antich con "garrote vil". Nos acuartelaron, nos armaron hasta los dientes y nos metieron en camiones listos para intervenir. Nuestro capitán nos arengó diciendo que él era un asesino por treinta mil pelas al mes, pero como viera que alguien apuntaba a un civil o disparaba al aire, lo mataría allí mismo (literal). Estuvo bien, después de aquello, lo respeté mucho más. No salimos. Ni puñetera falta que hacía, y tal como estaba la cosa, igual hubiésemos ido a la capitanía general a tomarla.

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