Resulta que las clases a las que voy siempre empiezan a la hora más quince minutos, osea, a las 6:15, 7:15, 8:15... Pero eso dice la pizarra, en la práctica, las clases empiezan a la media (7:30, etc) así que ya no salgo con tanta anticipación de mi casa para llegar como antes.
Los miércoles a las 7:15, un hombre que es como el esterotipo del latin lover (acento medio cubano, cuerpo de dar miedo de bueno, cara fea y movimiento de cadera increíble) que se llama Cristian, da una clase de cardiosalsa que es muuuy concurrida. Yo el miércoles dije "hoy es cardiosaaaalsaaaaa y ahí estaré!"
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En eso, la música MENOS salsa del mundo empieza: una versión como techno horrenda de la novena sinfonía de Beethoven, y Cristián empieza a aventar golpes al aire. Esto no era cardiosalsa, era body combat!
Me pareció de lo más extraño, pero reflexioné que hace poco hubo movedero de horario y clases, y que Ana me había dicho que en las últimas semanas no había habido clase de cardiosalsa, lo cual me pareció extraño, ya que es un rotundo éxito con la gente que atiende este gimnasio. Me asomé a la pizarra a ver los horarios, donde tienen puesto sobre un calendario semanal, la hora, el nombre dle instructor en letras grandes y negras, y la clase que da a esa hora en letras pequeñas y amarillas. Así que yo solo vi 7:15 Cristian. Regresé a mi lugar y lo observé: estaba todo sudado, empapado. Volteé a ver a las que estaban tomando la clase y todas se veían enteritas, sin una gota de sudor.
Y lo que me aclaró todo, según yo, fue ver a Julieta (cuya foto aparece hoy en el blog de Diego) en la clase, y ella sólo llega a las clases de 7.
Así que dije "chinguesu" y empecé a tomar la clase con ellas. Terminó la canción, dimos una vuelta trotando alrededor del salón, y todas tomaron un tapete para hacer abdominales o lagartijas, y esto sucede cuando la clase está por terminar.
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